2012-08-06

La lluvia y esos ojos

Erik Sandoval


Escuchaba el ruido que los charcos que producen al ser pisados, sentía las vibraciones del suelo que surgían de los pasos acelerados, la desbandada de gente se producía al arreciar la lluvia, de vez en cuando la prisa de algún vehículo salpicaba mi cuerpo con una mezcla de agua, lodo y basura abundante en estas calles del pueblo. Con todo esto, seguía disfrutando de las gotas que me acariciaban, abstraído en mis pensamiento ella era el punto fijo en mi imaginación, y más que ella, eran esos ojos negros, distantes y melancólicos.
Aún la recuerdo parada en el umbral, mirando como sumergida en sus ideas y solamente dejándose soberbiamente observar, así lo hacía desde la posición en la que me encontraba, soltando sus palabras hechas versos. Sus ojos por un instante se posaron en los míos, no supe en qué momento el espacio quedo vacío y olvidé que el mundo giraba. Las personas se detuvieron al instante, nadie respiró, nadie se movía, sólo ella y yo observándonos por el infinito tiempo de un par de segundos, hasta que ella volvió su mirar hacia la puerta, como esperando el final de mi intervención para marcharse cortésmente y no llamar la atención. Un suspiro al pronunciar el final de su poesía.
Avanzo un par de cuadras más sobre esta acera que asemeja la rivera de un improvisado río, con un extraño oleaje creado por las ruedas vehiculares. Me detengo en una esquina, espero que avance el tráfico y el mar de gente que aún parece temerle a la lluvia y sigue corriendo, al detenerse los autos el maratón empieza, empujones, gritos, entonces permanezco inmóvil dejando que la masa se mueva, quiero más tiempo, necesito más tiempo para pensar en ella, no quiero perderla en el segundo menos apropiado. Cambiaré de ruta. Pienso y doblo a la izquierda, ahora es su cabello el que se muestra en mi mente, lo vuelvo a sentir con el pensamiento, lo acaricio con la mirada y en el marco de su rostro ella vuelve a aparecer.
No dice nada, suelta un beso al aire que atrapo en redes de ilusiones, desaparecen en el siguiente gesto, se acerca un segundo, se aleja en el silencio, la miro en la distancia, sé que está ahí, mis palabras no se escuchan ni siquiera salen de mis labios, ella cae como la lluvia sobre mi cuerpo, es la frialdad de su exterior lo que resulta impenetrable, comprendo, en una mínima expresión, no lo quiero aceptar, un par de líneas más y entonces la dejaré desaparecer en el silencio de mis palabras. Hace frío, la lluvia ahora está en mis ojos, me voy a casa, tú puedes hacer lo que gustes.

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