Evaristo Martínez Velasco
-¡Vamos! ¡Corramos! Corramos como las veloces ardillas que somos.
-¿Y qué sucedería si no corremos tan aprisa como nos apremias a hacerlo, Mongo?
-¡No querrás averiguarlo, Ticky! Porque detrás de nosotros, corren ansiosos y babeantes los colmillos de un ocelote: feroz felino que compite con un chita en velocidad.
-¡Ay mamita! Mejor sí corro, ¡sí corro Mongo! ¡Espérame! Pero dime si no es él quien corre tras de mí, que ya escucho los tambores de sus pisadas.
-Nadie viene detrás tuyo todavía, Ticky. Debe ser tu asustado corazón que golpea de miedo con tanta fuerza.
-Así, atravesaron velozmente todos los ríos y arroyuelos que hallaban a su paso los inseparables amigos Mongo y Ticky, saltando de rama en rama, para huir de su mortal enemigo, el ocelote.
-¿Eh? ¿Quién dijo eso, Mongo?
-Fui Yo.
-Y, ¿quién es Yo?
-El narrador.
-¿El narrador? O sea, ¿que estamos en medio de una historia?
-No exactamente en medio, pero sí, formas parte de una historia.
-¡Oh, entonces tú estás viendo lo que ocurre con nosotros, ¿eh?
-Sí, yo sé lo que les ocurre a ustedes.
-¿Has oído eso, Mongo? ¡éste que nos habla está sabiendo qué nos ocurre con el ocelote! Y oye: entonces sabes lo que nos ocurrirá al final, ¿no es cierto? Y, ¿podrías adelantarnos algo? ¿podrías tal vez quitarnos de en medio los peligros que nos aguardan?
-¡Tranquilo! ¡Tranquilo! Vas muy aprisa. Sí, sí sé lo que ocurrirá al final de la historia, pero no puedo hacer nada por ustedes; pues sólo soy el narrador, y no el escritor. Él podría tal vez hasta darles una nave espacial para que huyeran más aprisa y más lejos del felino. Pero alégrate: tú y Mongo son los estelares de la historia. ¡Son los héroes! A los héroes no les ocurre nada; y no importa cuántos peligros los acechen, ¡siempre salen airosos!
-¡Sí, pero al final a veces también se mueren! De manera que si lo ves, dile por favor que nos escriba un final feliz.
-No te preocupes, si lo veo se lo diré.
-¡Socorro! ¡auxilio!
-¡Ay, Dios mío! Creo que a mi amigo Mongo algo le ocurrió…
-Y lo peor, amiguito, es que se acabó el espacio… ¡y la tinta!
